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La cerveza ejerce una especial fascinación sobre los dowayos , que son asiduos clientes de las fábricas productoras de la marca “33”, creada por la anterior administración francesa. Su peculiaridad reside en que le permite a uno pasar directamente de la sobriedad a la resaca, saltándose la fase de ebriedad. La fábrica tenía una vidriera que permitía ver cómo se deslizaban las botellas, sin intervención humana, de una etapa del proceso a otra. Ello impresionaba profundamente a los dowayos, que se pasaban horas y horas contemplando el milagro. Para describirlo utilizaban la palabra gerse, que quiere decir “milagro”, “maravilla”, “magia”. Ese fue el primer contexto en el que oí el término que luego me ocuparía como antropólogo. Constituía además una fértil fuente de metáforas de los conceptos más metafísicos. Los dowayos creían en la reencarnación. Era como la cerveza de Garoua, explicaban: las personas eran las botellas que tenían que ser rellenadas de espíritu. Enterrarlas cuando morían era como devolver al botella vacía a la fábrica.
No está mal la metáfora.
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