lunes, 29 de mayo de 2017

No os perdáis La nieta del señor Lihn

Por suerte, pocos de nosotros hemos tenido que sufrir el ser arrancados de nuestra tierra como consecuencia de una guerra y el tener que adaptarnos a una realidad distinta en el más absoluto desamparo. Philippe Claudel aborda el drama del exilio en una novela corta, tierna y profundamente emotiva que no se puede dejar pasar.
Buena parte de su carrera profesional la ha dedicado a escribir guiones de cine y televisión y se nota. Claudel escribe con pinceladas cortas, impresionistas, esbozando una realidad que el lector va construyendo al imaginarse las escenas que la historia recrea.
El lenguaje es sencillo, el ritmo rápido y en tan solo una tarde podemos sumergirnos en un problema humanitario demasiado arraigado en el mundo que hemos construido: el exilio. El señor Linh se ve obligado a salir de su país a causa de una guerra en la que ha perdido todos sus referentes vitales.
En el barco en el que viaja, le acompaña el único tesoro que ha podido conservar: su nieta, Sang Diu. Sus padres murieron en la contienda y ahora es él el responsable de buscarle un futuro, algo que le da la fuerza necesaria para seguir adelante. El destino es Francia, un mundo completamente ajeno a la realidad del anciano, que no comprende y en el que la soledad, la impersonalidad y el color gris le abruman. Alojado en un hospicio que comparte con otros exiliados con los que apenas habla, su único respiro son los paseos que da por las calles de la ciudad.
Un día conoce al señor Bark, un francés que vive en su tierra tan desesperanzado y solo como nuestro anciano. A pesar de que no comprenden ni una palabra de lo que dice el otro, los dos hombres se consuelan y mutuamente. La necesidad de cariño y comprensión que tenemos los seres humanos atraviesa las fronteras y obvia las nacionalidades. Linh y Bark construyen una profunda amistad y nos arrastran hacia un final inesperado.
En esta historia, el sabor agridulce es una constante, gracias a la coherencia con la que están trazadas las figuras de sus personajes, o la naturalidad con la que fluyen sus sentimientos a lo largo de las páginas: las humillaciones, la soledad y las miradas extrañas que sufre el señor Linh contrastan con el apoyo y la complicidad que le ofrece su amigo Bark. El señor Linh lucha por encontrar su propia identidad en un contexto ajeno y una pequeña esperanza aparece al final del camino.

En tan solo 126 páginas se entrelazan sentimientos como el amor, la soledad, el desarraigo, la añoranza y la ilusión, todos en la medida justa para no dejar de leer esta historia hasta llegar al final y comprobar cómo es verdad el dicho de que la amistad mueve montañas.
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